En nuestra familia hemos tenido la gran suerte de pasar muchos veranos en una casa de campo a las afueras de Madrid, en ella mis padres, mientras nosotros trabajábamos , cuidaban de los niños .
Ellos estaban todo el día al aire libre, jugaban a tenis, futbol, hacían natación y se lo pasaban en grande. También hice que desde muy pequeños tuvieran sus pequeñas responsabilidades, como recoger, hacer sus camas, limpiar, etc.
Una cosa que teníamos muy a mano era una huerta y varios frutales en ella. Se han relacionado muy bien siempre con el campo y la naturaleza, porque desde bien pequeños ayudaban al abuelo a regar, plantar, quitar malas hierbas, todo desde un punto de vista muy lúdico pero siempre aprendiendo.
Imaginaros la ilusión de un niño cuando va viendo crecer esa zanahoria, su zanahoria, y llega el día que puede cortarla y comérsela. Aunque no sea demasiado grande, pero había veces que su ilusión por cortarla era mayor que la paciencia para verla más grande.
También hablamos de las fresas, esas eran una fiesta desde que estaban verdes, las iban a ver hasta tres veces por día, para ver si coloreaban, con lo cual, cuando se las comían eran rositas y pequeñas, pero para ellos las más sabrosas del mundo, porque las habían visto crecer .
Así iban discurriendo nuestros veranos, en un entorno de continuo aprendizaje sobre, lo que para ellos era inconsciente, una alimentación saludable 100%, rodeados de naturaleza.